En el 1 de mayo reclamamos empleos sostenibles. Trabajo nos sobra.

¿Quién limpia el baño en su casa? ¿Quién planifica las comidas de la semana? ¿Quién barre el suelo? ¿Quién peina a los niños y/o niñas? ¿Quién cuida del abuelo?. Probablemente muchos hombres estén respondiéndose: “Lo hago yo”. ¡Enhorabuena entonces! ¡Es usted útil a la sociedad! Ya que la economía de mercado no podría sostenerse sin el trabajo doméstico y de cuidados, sin embargo, nuestro sistema productivista niega la socialización de sus funciones e insiste en su carácter gratuito.

En la gran mayoría de los hogares españoles, las tareas del hogar y de cuidados son realizadas por las mujeres mientras los hombres miran el televisor, leen el periódico o descansan tras su jornada laboral. Es frecuente que esta actitud se justifique en el desempleo femenino: “Si ella no trabaja fuera de casa es normal que lo haga dentro”. La asimetría de género se perpetúa así puesto que no es lo mismo una jornada de trabajo de 8 horas diarias que de 18, ni una jornada de trabajo remunerada que una gratuita. Y tampoco supone la misma satisfacción personal la que proporciona realizar trabajos profesionales y socialmente valorados, que la que proporciona el trabajo doméstico. Con los primeros se accede a la independencia económica y con el segundo por mucho que una mujer trabaje, siempre depende del salario de alguien para poder subsistir, lo que da lugar a relaciones de poder-sumisión.

La progresiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo significó una revolución social de género. En principio se puede pensar que ellas encontraron su autonomía y se igualaron a los hombres, aunque las estadísticas y los análisis feministas demuestran fenómenos como la brecha salarial (diferencias salariales por género ante el mismo trabajo realizado) o el techo de cristal (dificultades de acceso a las mujeres a cargos relevantes) que no tardaron en hacerse patentes para las miradas detenidas.

Si a esto le añadimos el hecho de que una gran mayoría de mujeres no intercambiaron su trabajo en casa por el trabajo fuera de ella sino que lo añadieron, nos encontramos con lo que se conoce como “la doble jornada”, convertida en triple cuando las mujeres deciden incorporarse a todos los niveles en la vida pública y participar en acciones políticas de cualquier tipo: asociaciones de vecinos, AMPAS, sindicatos, movimientos sociales u organizaciones políticas.

Las mujeres siempre hemos trabajado. No necesitamos más trabajo. Lo que queremos son empleos sostenibles. Es decir, empleos que perduren en el tiempo, que proporcionen estabilidad económica y que permitan, al mismo tiempo, conciliar la vida familiar o personal con la profesional o laboral, sin degradar el medio donde desarrollamos la vida.

El trabajo es un concepto fundamental de la crítica al sistema económico y social en su conjunto. En EQUO sabemos que los cambios en el ámbito laboral necesarios para mejorar nuestras vidas pasan ineludiblemente por una reforma profunda del modelo de trabajo y de relaciones laborales. Defendemos un modelo que promueva el trabajo justo y decente, y la democracia en el seno de empresas avanzadas, humanas y sostenibles.

Cuestionar los conceptos de trabajo productivo y reproductivo, sus lógicas y el reparto de horas que le dedicamos a ambos, forma parte de nuestro empeño por configurar un modelo laboral y social equitativo sostenible y humano. Ir hacia una semana laboral bastante más corta con la posibilidad de trabajar menos para romper el círculo de «trabajar más para ganar más para consumir más» e iniciar un círculo virtuoso de «trabajar para vivir bien con menos» está en nuestro horizonte.

En lo inmediato, EQUO apoya el establecimiento de una jornada laboral de 35 horas semanales sin que ello suponga una pérdida de poder adquisitivo y la aplicación de la Renta Básica Universal e Incondicional. Consideramos conveniente ir reduciendo la jornada y empleando los aumentos de productividad derivados del progreso tecnológico, no en un mayor consumo de bienes materiales, sino en disponer de más tiempo libre.

Del mismo modo, es muy necesario el compromiso social e institucional con el reparto de los trabajos de cuidados y domésticos entre mujeres y hombres, otorgándoles el reconocimiento y la relevancia que tienen por ser la base esencial del mantenimiento y la reproducción de la vida y por conllevar valores basados en la cooperación, la solidaridad y la sostenibilidad de la vida.

Rechazamos iniciativas de falsa conciliación como la recientemente anunciada por la Presidenta de la Junta de Andalucía que consiste en aumentar el horario de los centros educativos andaluces priorizando la productividad laboral frente a cuestiones tan importantes como el derecho infantil al juego en aras de modelos de crianza que desarrollen los vínculos familiares y las relaciones humanas.

La Red EQUO Mujeres defendemos la flexibilización del horario laboral en el marco de una transformación del modelo productivo donde los hombres se impliquen en una verdadera corresponsabilidad desarticulando los roles de género establecidos. Los cuidados interpersonales no deberían estar en segundo plano puesto que los seres humanos somos radicalmente dependientes unos de otros. Naturalizar el trabajo doméstico y de cuidados entre los géneros, ha sido visualizado claramente como indispensable por el movimiento feminista. Nuestra propuesta va un poco más allá ante la crisis climática a la que nos enfrentamos, puesto que la vida humana es también radicalmente dependiente del medio ambiente en el que se desarrolla. El ecofeminismo crítico representa para nosotras la línea ético-política en la que debería basarse la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que permita la máxima calidad de vida.

Ana Pérula. Isabel Calvo y Naya Gitana. Red EQUO Mujeres de Córdoba.