Violación: Una Epidemia Silenciosa (Mar Verdejo)

Mar Verdejo Coto

No sé por dónde empezar esta columna. Os voy a decir la verdad: la realidad me supera. Me da asco, repugnancia, tensión, ira, odio, inseguridad, hostilidad, incomprensión, desamparo, desaliento, decepción, etc. Imagino que me siento como reaccionaría un animal, al ser atacado por otro.

Una mujer es violada en España cada ocho horas, según el Ministerio de Interior. Una cada siete horas, según el Fiscal General del Estado; y las denuncias falsas son un 0.01% (este dato para los que vayan a cuestionar la realidad). Y estoy segura de que estas cifras son mayores porque muchas no denuncian y, otras denuncian y no se les cree, como a la víctima de Pozoblanco (Córdoba) de los violadores de San Fermín. A la joven de 21 años no se la creyó. La víctima fue drogada y los violadores grabaron la agresión en video, difundiéndola a través del whatsapp en un chat de veintiuna personas, donde se reían de la chica y nadie denunció. Sí, leéis bien: ni uno de los veintiún hombres lo denunció: se jactaban de lastimar y celebraron sus hazañas. Drogaron a la chica y la abandonaron a golpes, desnuda en un descampado. Dos meses después estaban violando a otra mujer en Pamplona. El asco que siento, por llamarlo de alguna manera, se queda corto en este momento porque además la mayoría de las agresiones sexuales se quedan impunes y, de esta impunidad, se alimenta la cultura de la violación. Hace un par de años, en horario prime time de televisión, se pudo ver como los violadores recibían minutos televisivos y vítores de héroes. “De cada seis violaciones, se denuncia una”, dice Tina Alarcón, presidenta de la Federación de Asociaciones de Asistencia a Mujeres Violadas. Los medios siguen resaltando en los titulares “cuando caminaba sola por la calle”, y no resaltan que una mujer fue raptada por cuatro hombres cuando caminaba por la calle para violarla reiteradamente. ¿Es que no podemos andar solas por la calle al igual que ellos? ¿Por qué no tenemos los mismos derechos que ellos a caminar por las calles sin que nos acosen, agredan o violen? Hay que seguir educando por la igualdad para erradicar estas agresiones. Se nos agrede sexualmente porque no se nos considera iguales. Se nos niega la sexualidad y, a nosotras, nos enseñan a defendernos, que no vayamos de tal forma, a tales sitios, a tales horas. En cambio los hombres pasean a sus anchas y con el amparo político de este país, como las declaraciones del Alcalde de Valladolid cuando dijo: “me da reparo entrar en un ascensor con una mujer por si se arranca el sujetador y la falda”. El sistema patriarcal hace que seamos sospechosas de provocar la situación, que por cierto, en Derecho Penal esta figura de provocación no existe, y el delito comienza a partir del instante en que una mujer dice no, sean las circunstancias que sean. La sociedad patriarcal en la que vivimos lo justifica más si se va vestida de tal manera o se han mantenido relaciones sexuales anteriormente. Los violadores son reincidentes entre un 95-98%, según el psiquiatra y médico forense Miguel Ángel Maldonado. Y da terror pensar que gran parte de las violaciones, en España, se comenten en el entorno de la víctima: un amigo, un vecino o incluso un familiar. Muchas veces, incluso, la propia pareja. Así podemos preguntarnos: ¿mientras educamos y se erradica la cultura de la violación qué podemos hacer?

No queremos vivir con miedo, ni callar, ni que se nos responsabilice ni que se eludan responsabilidades. Esta Sociedad no tiene que educar a las hijas para que no las violen; tiene que educar a los hijos para que no nos violen. En mi barrio hay una pintada que dice: “calle sin acoso”, y pienso en la imagen de Mala Rodríguez, en un concierto, con un palo enorme en la mano, allí sola en el escenario intimidando con su presencia mientras blandía con valentía el madero.

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