Jardinería Ecológica

Mar Verdejo Coto
Mar Verdejo Coto

Con cierta envidia estoy preparando estos días la moderación, como vocal de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, de una mesa en las Jornadas sobre Jardinería Ecológica e Infraestructura verde en entornos urbanos y periurbanos que se celebrarán en Valencia. En la mesa a moderar se expondrán algunos ejemplos de proyectos de jardinería ecológica que han hecho algunos municipios como son: El jardín l’Albarda en Alicante, los parques de Marxelenes y de la Rambleta en Valencia, el parque de los sentidos de Noáin en Navarra y el famoso anillo verde de Vitoria- Gasteiz. En todos ellos podemos ver cómo han aplicado las buenas prácticas en el diseño, construcción y mantenimiento.

El desarrollo sostenible, en la actualidad, abarca diferentes niveles: político, cultural, educacional y social. Y el discurso manido está muy distanciado de la práctica aplicada. No somos conscientes de que lo que hagamos a nivel local tiene repercusión mundial, como el impactante efecto mariposa: “el aleteo de las alas de una mariposa provoca un tsunami al otro lado del mundo” que viene a decir que el mundo es sensible a las variaciones pequeñas. Las ciudades, por el impacto de la actividad humana, constituyen sumideros donde se concentran todas estas alteraciones dinámicas ecológicas; si a eso le añadimos que la población sigue aumentando, el porcentaje del impacto también lo hará, por lo que es necesario un conocimiento profundo de los problemas ambientales de las ciudades, así como de las soluciones eficaces en la gestión y planificación, que ayuden a mejorar la calidad de vida de toda la ciudadanía, en la cual también incluyo al resto de seres vivos con los que habitamos. Los espacios verdes en la trama urbana tienden a ser ignorados o marginados. La inversión en ellos se ve eclipsada en todos los presupuestos, infravalorando que puede fomentar la biodiversidad y el uso de plantas autóctonas en el medio urbano y periurbano. Un correcto enfoque en la conservación, sostenibilidad, integración social, ahorro energético y biodiversidad ahorra recursos y se consiguen espacios que mejoran la calidad de vida. Tenemos que hacer un cambio de conciencia que abarque todos los ángulos de la existencia y, entre ellos, la cultura del jardín y del paisaje. Entre ambas estructuras verdes hay que crear conexiones vivas. No se ama lo que no se conoce y andamos por nuestra naturaleza inmediata como si fuera un territorio hostil, que nos envía códigos que no entendemos y que a diario menospreciamos. Lo autóctono y sus logros locales pasan sin pena ni gloria, tanto para una pequeña flor de un salado, para un lento caracol chapa, para unos estoicos cipreses o una vecina que hermosea la calle con sus macetas. El ser humano recrea en las ciudades su visión de la Naturaleza y, a la vez, modifica el entorno natural para generar sus actividades; y así ha sido a lo largo de su relación con ella. Hace más de veinte años hubo municipios que apostaron por estas conexiones entre jardines, parques con anillos, corredores, etc. y ahora tienen espacios comunes permeables que mejoran la calidad de vida de sus habitantes, armonizando el espacio entre la ciudad y la periferia preservando los hábitats de gran valor ecológico. Las ciudades hay que pensarlas de manera local y a largo plazo, no comprometiendo las necesidades de las generaciones futuras. Hay que repensarlas para que tengan el menor impacto posible en la biosfera a nivel ambiental, económico y social.

Y tras estudiar y analizar, desde la perspectiva que tengo desde mi experiencia como proyectista, gestora y educadora en la materia, llego a la conclusión que ya intuía: hemos olvidado que el mejor jardín es la propia Naturaleza.

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